Era una mañana fría de septiembre, se escuchaban los pájaros y los perros a lo lejos, así como algunos golpes de cierre de puertas de autos y el rugir de los motores al arrancar y alejarse; ya no estaba durmiendo, pero se levantó al escuchar la alarma de su celular.
– OK, Google, buenos días.
– Good Morning… – Y continuó con la situación del clima y las noticias, ese día habló en inglés. A veces hace eso, pensó.
No se habían formado muchos huracanes ese año, pero esta vez venía uno y ya se sentían sus efectos.
Hizo lo habitual, se bañó y se arregló, ese día no llevaría a su hija a la universidad, pero ya tenía una rutina de levantarse temprano, durante muchos años.
– OK, Google, enciende luz oficina.
– Encendiendo luz oficina. – Contestó.
Subió las escaleras hasta llegar a su oficina de casa, se alegraba de poder subir los dos pisos que se requerían para llegar. Tomó sus medicinas, mientras veía a una araña subir por su hilo de seda a una de las repisas.
Prendió su computadora ASUS con Windows 11, encendió rápido, después de todo estaba nueva, ya hasta parecía que había iniciado su otra computadora con Linux Ubuntu; pero no.
Revisó su correo y finalmente recibió el dictamen de su médico; un prestigiado neurólogo del país. El escrito estaba perfectamente redactado, con una cronología de su enfermedad.
– Prefiero llamarlo “condición”. – Pensó.
Siguió leyendo, no recordaba cuánto tiempo ya había pasado con su condición, que poco a poco fue tomando un nombre, hasta volverse real.
Recordó que llegó al punto de no poder caminar casi, de sentir dolores inexplicables en todo su cuerpo, a los que se acostumbró hasta ya no sentirlos, y calambres, que aprendió a quitarse justo cuando comenzaban.
La lectura le parecía borrosa como si su ser se desprendiera de su cuerpo, hasta que llegó al final, y encontró lo que buscaba:
– Pronóstico Reservado para la Vida, Malo para la Función.
– ¿Qué diablos significa eso, voy a morir? Quizá… algún día como todos. – Pensó, dibujando una leve sonrisa.
Había seguido las indicaciones, hacía terapia y hasta se había sometido a tratamientos experimentales con células madre. Tenía una férrea idea de luchar por su vida.
Días antes había tenido una entrevista y el reclutador le mandó un mensaje a través de Linkedin:
– Lo siento, pero ya no sigues en el proceso.
– Está bien muchas gracias, me podrías por favor dar alguna retroalimentación.
– Los revisores comentaron que casi no te mueves y que hablas muy lento y se necesita a alguien más expresivo para enganchar a los consultores del equipo, compuesto principalmente por gente joven.
– Como un Youtuber. Sí, no lo soy… todavía. – Pensó. – Muchas gracias. Abrazo.
– Abrazo.
Realmente agradeció, ya que, en muchos procesos, el silencio es la única respuesta para los candidatos. Y obtener una retroalimentación, es una joya rara.
La condición, ¿algo habría cambiado, si hubieran sabido de su existencia? O hubiera pasado como en muchos procesos donde aplicó, y que sabían de la condición, y nunca le buscaron.
Esa mañana no paraba de pensar:
Todo lo puedo,
lo que nos pasa no nos define,
lo que nos define no es inamovible,
y lo inamovible no existe.
El resto de su vida fue incierto, fue feliz; el Parkinson, la condición, le permitió dedicarse a esas actividades que adoraba, y estar cerca de las personas que más amaba. Vivió muchos años, pero no murió por la condición, un día se durmió y no despertó. Siempre soñando, siguió soñando por siempre.